Dirigirse a una plaza donde sentirse a gusto, si es cercana mejor, que tenga gran variedad de juegos y por sobre todas las cosas, un tobogán.
Correr hacia las escaleras del mismo y en caso de ir con amigos hacerlo en forma de carrera.El último será condenado a una vida con cola de perro o cualquier otra maldición de eterna metamorfosis. La carrera será acompañada de gritos y aullidos.
Las escaleras pueden estar echas de cadenas o caños, de cualquier manera se debe mostrar la mayor despreocupación al subir. Esto espantará a los Espíritus Malvados de las Caídas que acechan en estos típicos lugares de recreación infanti,l de tan afamada diversión.
Al llegar arriba se debe mirar fugazmente el cuadrangular horizonte verde, rodeado de cuatro calles. Rápidamente flexionar las rodillas dejando caer la cola en un solo movimiento sobre el frío metal curvado hacia abajo. Al decir abajo debe aclararse que la superficie estará compuesta de tierra mezclada con piedras y piedritas. El pasto no existirá al final mientras las zapatillas pasen una y otra vez repitiendo la acción.
Pero esto no se pensará durante el viaje descendente, durante ese viaje se levantarán los brazos en alabanza al juego; el viento le agitará el pelo y achinará los ojos oscureciendo la vista pero aclarando las sensaciones, dibujando una sonrisa en el rostro para luego abrir la boca de par en par dejando escapar un exclamación de júbilo.
Vale aclarar que el principiante o el menos avezado no levantará los brazos sino que posará sus manos levemente a las orillas del artefacto para mantener fijo su punto gravitacional dándole una sensación ilusoria de seguridad.
Al ver que se llega a destino, se aminorará la velocidad y se dará un salto hacia delante dejaran caer los pies con fuerza para pisar tierra firme.
Finalizado el recorrido, se repetirá el procedimiento una y otra vez hasta que el corazón intente escapar del pecho.
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