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El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La Patria que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que todos los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos. Hablamos la unidad incluso cuando callamos. Bajito y lloviendo nos hablamos las palabras que encuentran la unidad que nos abraza en la historia y para desechar el olvido que nos enfrenta y destruye. Nuestra palabra, nuestro canto y nuestro grito, es para que ya no mueran más los muertos. Para que vivan luchamos, para que vivan cantamos...(Manifiesto Zapatista)

17 septiembre 2010

Hombre desnudo con las manos en los bolsillos

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Quizá sea hoy. O no, quien sabe. Pero la verdad es que me siento pesado, y es una novedad para mí saber que las mujeres también provocan eso.

Hacía poco tiempo que la había conocido. Cinco meses, quizás seis, no lo se muy bien. Lo que si sé es que apenas la vi quedó clasificada como una mujer Hermosa. No linda ni bonita. Hermosa.

Me la presentó mi amigo Miguel un día en la facultad, creo que era jueves, o viernes, tampoco me acuerdo. Yo estaba llegando tarde a mi clase de Literatura Inglesa (estudio Letras) cuando me interceptó para preguntarme no se que cosa de una fiesta. Ahora me acuerdo que fue jueves porque ese día cursaba inglesa. Miguel tenía mi edad y estudiaba historia con ella, es decir que hace tres años que estaba en la facultad y no sé por qué extraño misterio del universo la veía por primera vez. Lo cual era raro.

Era raro, porque como ya dije que es Hermosa, y a las mujeres Hermosas las distinguís en un lugar, por más multitudinario que sea, a primera vista. Tienen esa especie de campo magnético que atrae tu mirada y el tiempo se detiene eternamente, unos eternos segundos en los que “ese no se qué” te deja perplejo.

Lourdes, así se llamaba ella, me dejó así mucho más que por segundos, más que minutos, más que horas. Llevo meses así. Porque desde ese día cualquier excusa fue buena para juntarme con Miguel, pero debo decir que más allá de que él me caía bien solo estaba en su compañía por ser mi puente a esa encantadora aparición. Podía pasar horas hablando con ella. Mirándola a ella,

Porque Lourdes aparte de ser Hermosa, es Inteligente, lo cual es una especia rara entre las mujeres Hermosas. La mayoría pasan de ser Hermosas a simplemente estar “buenas”. Si, muchas veces es mejor dejarlas en esa especie de cápsulas en las que están imbuidas, tenerlas alejadas y degustar de su belleza a la distancia para no deshacer el hechizo que romperían con solo abrir la boca.

Con Lourdes se podía hablar de cualquier tema, no digo que sea una erudita, pero se podía hablar. Y si no sabía, escuchaba y quería saber más. No se ruborizaba ante temas que otras harían parecer como alejados de la realidad y desagradables para la moral humana y por sobre todas las cosas a la femenina. Lourdes no. Ella daba su opinión como cualquier mortal que ha sabido envolverse en el paroxismo de los placeres terrenales. Y de regalo dejaba esa sonrisa suya, esa entre inocente y pícara, que levantaba más de una suspicacia.

Si, porque Lourdes además de ser Hermosa e Inteligente, era Simpática. Se reía de buena gana de cualquier comentario gracioso o no tanto que alguien pudiera decir. Pero no solo reía de los demás. Reía de ella misma, de sus chistes malos y de sus chistes muy malos. Porque no era buena contando chistes, era feliz contando chistes. Nadie, absolutamente nadie, podía dejar de alegrarse cuando ella hacía una de sus entradas de comediante. Ni siquiera cuando esa persona estaba triste o enojada. Porque convengamos que muchas veces mandaríamos francamente a la mierda a la primera persona que te quiere hacer reír cuando estás en una de esas actitudes negativas. Con ella no, era imposible no reír, porque se notaba su naturaleza de buena mina.

Claro. Porque además de Hermosa, Inteligente, y Simpática; Lourdes era Buena. Era Buena de verdad, porque carecía de esas malas intenciones que todos tenemos a veces, incluso cuando nos molesta o nos sobrepasa algo. Ella decía que “hay cosas peores”, entonces reía y buscaba como superarlo. Mientras uno mascullaba injurias y venganzas al destino, ella venía y rompía con su simplicidad el vaso de agua en el que uno se ahogaba.

Hasta aquí pareciera que estoy hablando de alguien totalmente inexistente. Una divinidad que hechizaba a los hombres para darles algún sentido a su inútil existencia. Un consuelo a todas las miserias del mundo. La alienación más dulce.

Pero era real. Porque su Hermosura, su Inteligencia, su Simpatía y su Bondad se humanizaban en un problema. Estaba de novia. Si, y debo agregar que con un reverendo hijo de puta. Es casi una ley que las minas de este tipo tan raro terminen en manos de estos seres. Porque Fernando tenía a la novia como unas de esas meras formalidades, casi un deber ser. Su chica de Facultad y por qué no, y esto me molesta decirlo, para su placeres entre las sábanas. Este ser portador de mierda en la cabeza (espero que mi relato no pierda objetividad) después de cumplir su rol de novio, salía y cagaba a Lourdes de una y mil maneras. ¡Pero si hasta con “amigas” de ella la había engañado!

Pero Lourdes creía en la gente y por sobre todo en su novio. ¡Cuántas veces le habrán dicho la clase de tipo que era! ¡Y no!

Hasta que un día lo vio. El chabón estaba muy concentrado dando besos y repartiendo caricias minuciosamente a una minita de segundo que creo que se llamaba Camila. Acá se pudre, pensé mirando a Lourdes que había quedado absorta unos segundos. Pero como no habría sido de otra manera se desenvolvió de una manera poco común. Se acercó a ellos, los saludó y le dijo tranquilamente que evidentemente ya no iba a estar más con él y que le deseaba suerte, se despidió y regresó a mi. ¡PLOP!

Por supuesto, la actitud de mujer superada le duro muy poco. Ya en su casa lloró a moco tendido y no se privó de decir que todos los hombres eran unos hijos de puta y unos imbéciles, y cuanto epíteto se le vino a la cabeza. ¿Yo también?- pregunté- ¡No vos no, vos sos mi amigo!

Obvio, yo era su amigo, me había olvidado de eso. Los amigos estamos por fuera de todo lo masculino, estamos castrados y por supuesto que nos sacaron el chip que hace que veas a tu amiga como una mujer. Los amigos somos feos. Somos unas criaturas horribles que están llenas de buenos sentimientos. Los amigos te aconsejan pero es al pedo. Somos como perros, somos fieles, leales y buenos, en fin, los mejores. Pero siempre seguiremos siendo perros.

Ya ha pasado tiempo desde que se peleó, y fatalmente la he seguido viendo y la he seguido escuchando. Escuchando una y otra vez como surge algún pretendiente. Pero ya me cansé, no tengo por que estar escuchando eso. Me duele y no me importan todas sus buenas intenciones de amistad. Yo no quiero ser su amigo.

Me dirigí a su casa. Como todos los días tome su Hermosura, su Inteligencia, su Simpatía y su Bondad. Las junté todas y ls cargue con mi Amor. Claro que tuve que dejar la amistad. Eso me alivianó un poco, pero mientras caminaba me dio la impresión de que me seguía como mi sombra y que estaba parada a mi lado en el micro.

Llegué a su casa y me atendió muy contenta, mas de lo común. Fuimos a su pieza y me dijo que estaba muy feliz. Tuve un mal presentimiento y con miedo pregunté por qué.

- Estoy de novia con Miguel

Tierra trágame

¿¡Con Miguel!? ¡Miguel era tu amigo! ¡Miguel es mi amigo! Por supuesto que Miguel es un buen tipo pero….que hago yo con lo que tengo! No puedo ser más comprensivo. Momento, detengámonos. Pero claro! La victoria de él, es una victoria para todos los amigos a quienes nos fue amputado el derecho al lívido. Es una batalla ganada y un ejemplo esperanzador.

¿Pero yo qué?

-Te felicito- le dije- es lo mejor que podrías haber hecho, es buena gente.

Imagínense, yo diciendo eso, por más que quisiera darle la vuelta no podía evitar ese sabor amargo de desilusión que me subía y bajaba por la garganta.

-¡Está por llegar! Ya vengo me voy a bañar- dijo sonriendo mientras abandonaba el cuarto.

Ahí, en la soledad de la pieza quedé tendido en la cama con todo el peso de mi amor y aguantando la hemorragia de dolor que tenía en mi interior. Me sentía más pesado que nunca. ¿Y si me fuera? ¿Si me fuera lejos? Si, mejor me voy, no aguantaría un minuto estar junto a ellos dos, por más que fueran mis amigos no lo aguantaría… ¡Me voy, me voy ahora mismo!

Quise salir corriendo de allí pero estaba atornillado al piso, no podía moverme. Algo me retenía y evitaba que cumpliera con mi desesperado escape. Claro. Estaba escapando, y cuando uno escapa generalmente se lleva algo que no es suyo, algo valioso.

Concienzudamente comencé a quitarme su Hermosura, su Inteligencia, su Simpatía y su Bondad. Como en una ceremonia, me las quité solemnemente. Las doblé una por una y las dejé ordenadas sobre la cama. Ojalá abrigara su sueño tanto como abrigó el mío. Tanto como yo abrigué un sueño. Pero siempre hay que guardarse parte del tesoro, por más que sea una maldición.

Me quedé con su sonrisa.

La envolví en un pañuelo y antes de que terminara de bañarse salí de la habitación para no despedirme siquiera. Cuando crucé la puerta de la calle un chiflete de aire frío me hizo remecer. Pero tenía su sonrisa. Tiritando la guardé en mi bolsillo y dejé mis manos allí para que se mantuvieran calientes.

Di una última mirada a la casa y me alejé. Desnudo y con las manos en los bolsillos.




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